Entrevista Susane Rodrigues de Oliveira, vocalista de la banda de pagan black metal de Brasil: Miasthenia
- Paroxis Histérica
- 30 dic 2021
- 28 Min. de lectura
Actualizado: 4 sept
A continuación se presenta la entrevista transcrita realizada a Susane Rodrigues de Oliveira, conocida artísticamente como Susane Hécate, vocalista de la legendaria banda Miasthenia y Doctora en Historia de la Universidad de Brasilia.
PH: Susane, estamos muy impresionados de que seas artista, pero también historiadora y doctora en historia. ¿Cómo tienes tiempo para todo? ¿Cómo lo haces?
SH: Eso que estás viendo es una locura. Más de 20 años de banda y tratando de conciliar todo eso. Aunque algunas cosas convergieron. El hecho de que yo armé Miasthenia el día que pasé el examen de ingreso a la universidad para estudiar historia, y a partir de ahí, la temática de la banda también se unió a las cosas que yo estaba estudiando. Y entonces fui tratando de juntar eso sin rendirme. Incluso porque la banda siempre fue una banda "peldaño", ¿no? Si quisiéramos vivir de la música, habría sido imposible, porque aquí en América Latina somos criados para tener que "arreglárnoslas". Así que no somos estimulados a seguir una carrera musical porque no da dinero.
Así que fui manteniendo esta carrera, incluso porque siempre me he realizado mucho en la banda, pero la mantuve como una carrera paralela y la fui llevando como podía. Tenemos más de 20 años de banda, pero solo tenemos cinco álbumes y todos tardaron en ser hechos, en ser producidos. Son álbumes conceptuales, que tienen toda una obra, una articulación de las letras, de la temática, del arte. Así que todo fue muy, todo muy lento, todo muy pensado.
Pero es difícil. Ahora me metí en este campo del metal, y estoy rompiéndome la cabeza todo este mes, leyendo tantas cosas y analizando las representaciones de la feminidad dentro de las letras, pero letras escritas por mujeres dentro del metal extremo, dentro de la temática del black metal. Y tomé algunas bandas de fuera, pero también tratando de analizar más en Brasil también. Y leyendo muchas cosas sobre género en el metal y ahora estoy empezando a repensar también cuál es mi lugar.
Incluso es bueno, porque este podcast llega en un momento para hablar también de esta cuestión de lo decolonial dentro de nuestra temática, que todavía es muy incomprendida aquí. Somos una banda de black metal, y el black metal, nosotros bien sabemos, en toda América Latina es... tosco cuando hablamos, es algo agresivo, ¿no? Así que es muy mal visto. Hay un prejuicio incluso para querer comprender de qué estamos hablando, ¿no?

PH: ¿Cómo defines la colonialidad del poder, del género, del saber, y del ser?
SH: Primero, es importante explicar que cuando hablamos de colonialidad es diferente de colonialismo, porque este último fue un proceso que formalmente termina con la conquista y las independencias. Entonces, las colonias de América Latina se vuelven países independientes. Cuando hablamos de colonialidad es un concepto acuñado por Aníbal Quijano, que es un sociólogo peruano. Entonces, también viene de una gama de estudios llamados poscoloniales. Entonces, estos estudios, desde los años 60, son estudios enfocados en los efectos del colonialismo. Después de la independencia, o sea, observando cómo, incluso después de la conquista del colonialismo formal, los patrones de poder que fueron creados e instituidos dentro del colonialismo todavía sostienen el capitalismo dentro de nuestras sociedades.
La colonialidad, entonces en la óptica de Aníbal Quijano, sería este patrón de poder global, que fue forjado allá en las relaciones coloniales. Entonces, ¿qué relaciones eran esas? Eran las relaciones de explotación de los negros que fueron esclavizados, traídos de África, capturados de manera cruel y aquí mantenidos en cautiverio y explotados.
Entonces, este patrón de poder también está fundado en estas relaciones de esclavitud, tanto de esta población africana esclavizada como también de los pueblos indígenas. Y otra cuestión también que entra ahí es que el colonialismo es también una institución racista y patriarcal porque es un poder basado en la subyugación de pueblos indígenas y de pueblos africanos y negros, con base en sus diferencias, tanto regionales como raciales.
La colonialidad atraviesa toda nuestra estructura social desigual. Un ejemplo: la cuestión de la diferencia étnico-racial o desigualdad racial, que está muy presente en América Latina, muy fuerte en el mundo es estructural, o sea, ella atraviesa todo este sistema capitalista, se sostiene gracias al mantenimiento de esta desigualdad étnico-racial fundamentada en el racismo. Esta exclusión de la población negra, incluso en la post-abolición, es lo que sostiene estas diferencias, esta estructura jerárquica y la desarmonía y violencia también que vivimos en este mundo en la actualidad.
La colonialidad es un aspecto que no solo involucra, como dije, estas jerarquías raciales, sino que también se conecta con las diferencias de género y sexualidad. Por eso también algunos autores ampliaron esta noción de colonialidad del poder de Quijano. Walter Mignolo, por ejemplo, va a ampliar esto y ver también esta colonialidad del saber, o sea, cómo este racismo se va a reflejar también en la manera como producimos conocimiento. Ramón Grosfoguel, uno de estos autores también decoloniales, él va a hablar de esto, de cómo en el proceso colonial comenzamos a tener un borrado, una inferiorización de las epistemologías, de los saberes, de los conocimientos de los pueblos indígenas y africanos, de los pueblos colonizados. Y al mismo tiempo, tienes una exaltación del conocimiento blanco, de la ciencia y esto se va a hacer más fuerte en el siglo XIX, con la ciencia positivista, que se coloca como neutra y capaz de juzgar a todos los pueblos y culturas, estableciendo pueblos superiores, atrasados, primitivos, bárbaros, y avanzados, que estarían aptos para gobernar y servir de modelo.
Nuestra historia se considera que comienza en la antigua Grecia y Roma, donde la civilización y la democracia surgieron. Esto es parte de una visión colonialista de la historia, que impone esta narrativa a todas las personas como si fuera la única que borra la existencia de los pueblos indígenas, africanos y latinoamericanos.
PH: háblanos por favor de la colonialidad del género y los aportes de María Lugones.
La colonialidad se manifiesta en el racismo, la desigualdad económica y las formas en que se produce el conocimiento, pero también se manifiesta en la desigualdad de género. La feminista decolonial argentina María Lugones parte de la noción de colonialidad del poder de Aníbal Quijano y la amplía, puesto que Quijano se centraba solo en la cuestión racial y no incluía el género, ya que consideraba que este último estaba subsumido en el primero.
Sin embargo, Lugones señala que, incluso entre los hombres negros, a menudo no se le da la debida importancia a la violencia que sufren las mujeres negras. Esto también forma parte de la colonialidad del poder, que articula tanto el género como la raza. Tu género, tu raza (negro, indígena o blanco europeo), e incluso tu orientación sexual —heterosexual, gay o lesbiana—, te ubican dentro o fuera de los estándares de género establecidos por el colonialismo.
El colonialismo, particularmente el cristiano, impuso normas binarias (masculino/femenino) y subordinó a las mujeres. Estas normas se impusieron también en América Latina, lo que fue particularmente cruel, ya que las sociedades indígenas y africanas tenían concepciones de género muy diferentes. En estas culturas, las mujeres gozaban de prestigio y una participación activa e importante en la sociedad. Eran vistas como seres de sabiduría y poder, reinas, guerreras y líderes de comunidades.
Cuando los colonizadores llegaron a América Latina, demonizaron estas culturas. Lo consideraron algo del diablo, lo cual se relaciona con un proceso que ya ocurría en Europa: la destitución del poder femenino a través de la llamada caza de brujas, como explica la autora de Calibán y la bruja. Este proceso de colonización es, en esencia, una continuación de esa destitución.
Este proceso también fue acompañado por la inferiorización y dominación de las mujeres, un patrón de poder colonial que, además de racista, es sexista. El colonialismo benefició a los hombres blancos de ascendencia europea. Cuando llegaron a América, se encontraron con mujeres que, a diferencia de las de España, podían ser propietarias de tierras, pues las españolas vivían bajo la tutela de sus padres o maridos. El colonialismo les quitó esta posibilidad a las mujeres indígenas, colocándolas en una posición de dependencia de los hombres, lo que cambió por completo las relaciones de género que existían en el continente.
El colonialismo también les arrebató a las mujeres su capacidad de tener recursos, de ser personas respetadas y con influencia. En las sociedades incas, aztecas y mayas, las mujeres podían ser diosas o presidir ceremonias religiosas, como las sacerdotisas del sol y de la luna para los incas. Con la llegada de los colonizadores, estos cultos y expresiones fueron duramente perseguidos como parte de este patrón de poder colonial.
La sexualidad también pasó por este proceso de colonización, persiguiendo las prácticas homosexuales. Hay relatos de la Inquisición, con los llamados "visitadores de idolatrías" que perseguían y castigaban las expresiones homosexuales indígenas. Era parte de este poder implantar una sociedad heteropatriarcal, basada en el poder del hombre blanco.
Esta colonialidad también crea diferencias entre los propios hombres. Se impone un patrón de masculinidad hegemónica (la masculinidad blanca, heterosexual y de origen europeo) que somete a otras masculinidades racializadas, como la de los hombres negros e indígenas. Muchos de ellos fueron "feminizados" bajo esta visión colonial, donde los "verdaderos hombres" eran los blancos que controlan la sociedad y el poder económico.
La colonialidad es una noción que atraviesa todas las estructuras: desde la economía y el poder político hasta las formas de producción de conocimiento, las relaciones raciales y de género, e incluso nuestra propia relación con el cuerpo y el territorio. Los cuerpos son colonizados al ser clasificados dentro de un modelo binario de masculino y femenino. María Lugones explica que el sistema de género colonial se basa en las dualidades del pensamiento moderno, comenzando por la diferencia entre lo humano y lo no-humano. Aquellos que se consideran humanos poseen un género binario (masculino y femenino), mientras que los que se consideran no-humanos son vistos como cercanos a los animales y la naturaleza, y por ello tienen 'sexo' (macho y hembra), no 'género'. Esto explica la hipersexualización de las mujeres indígenas y negras, y la visión de los hombres negros como potenciales violadores, ligada a la idea del pene del hombre negro.
A estas personas se les sitúa en la óptica de seres con sexo, no de seres con género. Por eso, las mujeres negras e indígenas no encajan en los estándares de la feminidad blanca, que se basa en la pasividad, el matrimonio, el amor y la maternidad. Si todas las mujeres encajaran en ese estándar, no habría explotación de mujeres negras e indígenas en el servicio doméstico. Estas mujeres se ven obligadas a dedicarse a trabajos más explotadores, sin las condiciones para cuidar de sus propias familias o ejercer la maternidad como lo haría una mujer blanca burguesa.
Esto demuestra cómo la colonialidad separa lo humano de lo no-humano y cómo se articula con las diferencias de sexo y género. Es una concepción que cuestiona los feminismos hegemónicos o eurocéntricos, ya que estos intentaron encajar a todas las mujeres y hombres en los estándares de la familia blanca burguesa. Dentro de estos patrones, las mujeres y familias negras e indígenas no se veían representadas, lo que generó un silencio en el campo de la historia de las mujeres escrita "con M mayúscula", que no lograba dar cuenta de estas diferencias.
Esta es una faceta muy perversa y oscura de la colonialidad, porque busca borrar la diferencia racial para convencernos de que no existe el racismo.
Vemos cómo esta colonialidad afecta nuestra vida a todos los niveles, tanto en nuestros territorios como en la sociedad en la que vivimos. Mientras que el norte europeo se considera una sociedad equilibrada donde las cosas funcionan, los territorios de las excolonias son, como los llama Nelson Maldonado, las "zonas del no-ser". Son territorios de violencia y desigualdad donde todo el caos ocurre: prostitución, drogas, asesinatos, violaciones, feminicidios, y donde reina la corrupción.
Esta separación y diferencia entre los países del Norte y del Sur proviene de ese patrón establecido en el colonialismo. Nos dejaron con todo este caos, y el capitalismo se beneficia de él para sostener el patrón de poder del hombre blanco, tanto portugués como estadounidense.
PH: Nos has dado una masterclass sobre la colonialidad. Pasemos a la pregunta sobre la complicidad de los hombres. Recuerdo que María Lugones habla de la complicidad de los hombres negros y no europeos en la opresión. También creo que Rita Segato se refería a un "pacto de silencio" entre hombres que oprime a las mujeres. ¿Podrías hablar un poco sobre esa complicidad?
SR: Sí, esa complicidad se inició en el momento en que los colonizadores llegaron a América. Los hombres blancos colonizadores empezaron a beneficiar a los líderes indígenas, quienes a su vez cedían a sus mujeres y a las de sus comunidades para la explotación colonial. De esta manera, los hombres indígenas también se beneficiaban del sistema.
Un ejemplo lo tenemos en el autor indígena del siglo XVI-XVII, Felipe Guamán Poma de Ayala, un peruano que en sus crónicas denunció el proceso de inferiorización y violencia contra las mujeres indígenas. Él muestra que los propios hombres indígenas se volvieron cómplices al beneficiarse del sistema colonial, ofreciendo a estas mujeres para la prostitución, por ejemplo, o para trabajar en las casas de los sacerdotes y colonizadores, donde eran explotadas y violentadas.
Esto también introdujo lo que Rita Segato llama un "patriarcado letal" en las sociedades indígenas. Ella observa que en algunos lugares existía otro tipo de patriarcado (ya que el patriarcado, según ella, es plural), pero no era letal. Por ejemplo, la violación no era una forma de dominar a las mujeres. El patriarcado introducido por los colonizadores se unió a la forma que ya existía, pero con un carácter letal para las mujeres. Las feministas comunitarias, como las indígenas de Colombia y Bolivia, también defienden esta idea de que ese patriarcado que ya existía, lo que ella llama patriarcados ancestrales, fue una puerta de entrada para el patriarcado colonial. Esto benefició a los hombres que ya tenían una posición privilegiada de respeto en sus comunidades. Es difícil hablar de esto, y yo misma en mi libro combato la idea de un patriarcado hegemónico, especialmente en la América precolombina. Estoy de acuerdo con Rita Segato en que existían diferentes organizaciones de género, pero no las clasificaría como patriarcales. Es un término muy fuerte por la noción que tenemos de dominación masculina. Sin embargo, ella subvierte la noción de patriarcado al decir que existen otros modelos.
Teníamos sociedades indígenas, como las de los Incas que he estudiado, y otras comunidades andinas donde las mujeres tenían poder, podían liderar y ser reinas, lo que muestra una enorme diversidad de concepciones de género. De la misma forma, los hombres indígenas y negros se beneficiaron de la introducción de la dominación patriarcal en sus comunidades.
Es interesante que, incluso colaborando con los colonizadores, estos hombres nunca alcanzan la igualdad con el hombre blanco. Son interpelados por el poder de este hombre blanco; ellos también quieren ese poder y a menudo oprimen a las mujeres, pero nunca logran la igualdad, principalmente por el racismo que sigue siendo muy fuerte y muchas veces se ve oscurecido.
PH: Ahora nos gustaría preguntarte si crees que el metal debería abordar críticamente los procesos históricos y coloniales en estos territorios. ¿Por qué piensas que sí o no?
SR: Yo creo que el metal puede hablar de eso. Como arte, el metal puede hablar de todo. Es bueno que el artista hable de lo que realmente lo motiva y de lo que tiene que ver con su vida, con una visión del mundo y su crítica. Pero lo que vemos es que gran parte de la gente del metal y el metal mismo es todavía eurocéntrico y blanco. Tenemos la hegemonía de la hipermasculinidad blanca y eso sigue siendo muy fuerte dentro del género.
Sin embargo, desde los años 70 siempre ha habido bandas que han traído otras representaciones y enfoques en sus letras y contenido. El metal es un campo muy diverso y plural. Existe un predominio o mayor visibilidad del metal masculino, o del metal blanco, masculino y heterosexual, pero eso no es todo lo que hay dentro del género.
Sobre la cuestión decolonial, algunas bandas la abordan, pero no de una manera tan estructural, porque la colonialidad es un tema muy complejo que atraviesa varios puntos de nuestra existencia. Sin embargo, muchas bandas han hecho una crítica al racismo desde hace mucho tiempo. Hay posicionamientos antirracistas y antisexistas en el punk, en el hardcore y en el metal. Las expresiones feministas en el rock y el metal existen desde los años 80, pero no están en el mainstream, sino en el underground.
Las grandes bandas, las más reconocidas, todavía reproducen una perspectiva que parece neutra y que da la idea de que el metal es un terreno más igualitario para hombres y mujeres. Hay muchas críticas a quienes no quieren ver que el metal es racista y sexista, al igual que la sociedad en la que vivimos. Para hablar de metal, tienes que entender la sociedad en la que estamos, porque no vivimos solo en el metal las 24 horas del día. Transitamos por otros espacios que también están fuertemente marcados por estas cuestiones.
Creo que el metal de América Latina y África puede tratar críticamente la colonialidad, pero es algo muy difícil, porque no lo aprendemos en la escuela. Como profesora de historia que trabaja en la formación de profesores, me esfuerzo mucho para que los profesores de historia aborden la historia de América y África de manera no eurocéntrica, rompiendo con el eurocentrismo y trayendo otros saberes indígenas y africanos, mostrando el protagonismo y la lucha de estos pueblos. Pero es difícil porque no somos educados para eso.
Yo misma tengo esta posición, pero es algo que también he ido aprendiendo. La descolonización es un proceso en el que todos estamos. Es difícil decir que estás haciendo metal decolonial cuando en muchos aspectos todavía nos apoyamos en estéticas y posturas que siguen siendo blancas, racistas, sexistas y egocéntricas. Es difícil romper por completo. Por eso, me da un poco de reparo decir que existe un "metal decolonial". Creo que existe un metal que está en proceso de descolonización. Toda la sociedad está en este proceso, los propios pueblos indígenas y el movimiento negro también, todos luchamos por este proceso de descolonización. Es difícil intentar romper con esto en varios aspectos de nuestra forma de producir conocimiento, porque nos apropiamos de ello.
La música, como una sola canción, con una influencia o temática indígena, es algo que hacemos desde nuestra posición como aficionados al metal blanco. Traemos saberes indígenas y esta crítica al colonialismo, especialmente en mi campo, la crítica al proceso de evangelización y cristianización del continente americano. Pero lo traemos a una estética que ya está montada y que siempre nos ha gustado: la estética del black metal.
El black metal tiene diferentes formas de expresar el anticristianismo. Tienes bandas de los 80, siguiendo la tendencia de Bathory y Venom, que eran más contestatarias y críticas con la religión. Después, en los 90, hay otra fase del black metal, que tiene influencia de Nietzsche y se enfoca en un satanismo más hipermasculino. Este feminiza al cristianismo, defendiendo la cultura de los vikingos, y el defensor es un hombre blanco en la figura de un guerrero que combate al cristianismo, la religión de los débiles y la religión femenina.
No es casualidad que muchas bandas hicieran canciones con la idea de violar a la Virgen María, o que representaran a monjas violadas con una cruz invertida en el culo. Había esta cosa de profanación, de profanación erótica de la figura de Jesucristo, que era una forma de anticristianismo que feminiza al cristianismo para agredirlo. Es decir, se apropia de la misma violencia que existe en la sociedad heteropatriarcal.
Después, hay otra fase del black metal donde se manifiesta mejor el feminismo satánico. En lugar de feminizar al cristianismo, el propio anticristianismo y el satanismo se vuelven femeninos en la figura de mujeres demoníacas, perversas, vampiras, monstruos, depredadoras sexuales, prostitutas de Satán. Esta feminización del satanismo también permite que muchas mujeres se identifiquen con la figura de la bruja y con este odio al cristianismo patriarcal.
Dentro de toda esta estética, fui aprendiendo sobre la demonización de lo femenino, sobre cómo lo femenino, en la figura de la bruja y los antiguos cultos paganos, beneficiaba a las mujeres. Esto fue visto como algo satánico y cruel. La relación de las mujeres con el mal, con el pecado y la lujuria, fue construida en Occidente por los primeros padres de la Iglesia, como San Agustín y Santo Tomás de Aquino, que decían que el cuerpo femenino era la puerta de entrada del demonio al alma. Es una idea que la imagen de Eva en el Jardín del Edén inyecta en lo femenino, como si todas tuviéramos una naturaleza demoníaca y pecadora. Nos ven como más propensas al chisme y al alboroto, y esto es usado para controlarnos y dominarnos, para colocarnos en un lugar inferior a los hombres. Ellos son vistos como sujetos de razón, mientras que las mujeres son unas locas que deben ser vigiladas y controladas. Esto alimenta la violencia contra las mujeres. Se cree que, si una mujer usa una falda, es porque quiere llamar la atención y, por lo tanto, necesita ser controlada. Esta idea de que lo femenino está disponible para el sexo asocia a las mujeres con el mal y el pecado.
Por eso, quise estudiar cómo este proceso también llegó a América. Al mismo tiempo que sucedía la caza de brujas en Europa (justo cuando se desarrollaba el poder del estado moderno, que es un estado patriarcal), se estaba excluyendo a las mujeres y a las comunidades paganas. No solo porque fueran paganas, sino porque eran sociedades con un patrón de poder que beneficiaba a las mujeres como sujetos de saber, sabiduría, conocimiento y política. Es un proceso que se apoya en las ideas de los primeros padres de la Iglesia y de filósofos de la antigua Grecia, como Platón y Aristóteles, que decían que las mujeres eran emotivas e instintivas, mientras que los hombres eran seres de razón y cultura.
Todos estos discursos se usaron para excluir a las mujeres del poder político y del conocimiento, y todo esto llegó a América con el colonialismo en la feminización de los propios pueblos indígenas y africanos. A mí siempre me ha llamado mucho la atención la demonización de los pueblos indígenas, porque eso borró toda la diversidad de sus saberes y filosofías, sus otras formas de ver la tierra, el cuerpo y la naturaleza. Todo eso se convirtió en "cosa del demonio", algo perverso que debía ser combatido y extirpado, de la misma forma que lo estaban haciendo en Europa con los cultos paganos y las herejías. Encontré en esa demonización de la sociedad indígena la posibilidad de hablar de anticristianismo y de resistencia al cristianismo dentro de la estética del black metal.
Debido a que estos pueblos indígenas fueron vistos como salvajes, demoníacos, crueles y perversos, me apropio irónicamente de esas imágenes de terror que se produjeron en el siglo XVI, de "bestias humanas", y las llevo a la estética del black metal. No estoy rompiendo totalmente con la estética del black metal, porque seguimos haciendo metal extremo. El metal extremo tiene un vocal cultural y rasgado, que suena como una voz de demonio, una voz inhumana de monstruo. Dentro de esta estética, traigo a estos sujetos que fueron demonizados, vistos como salvajes, y los convierto en una forma de resistencia al colonialismo.
PH: en tu trabajo Supremacía Ancestral hablas de ese tema verdad?
Si, nuestro álbum Supremacía Ancestral, lanzado en 2008, tiene cada canción basada en una secta o un movimiento de resistencia a la cristianización en todo el continente. Empezamos en América del Norte, con los iroqueses, en la canción "Kayana in Kova", que trata sobre su resistencia al proceso de colonización en la región de Canadá. Para México, con las exhortaciones de Ocelotl y la Guerra del Mixtón, la cual es considerada un primer caso en la discusión sobre los derechos humanos de los pueblos indígenas. Tenamaxtli, líder de esa gran rebelión, intentó denunciar que los indígenas estaban siendo esclavizados y es considerado un precursor en la discusión sobre los derechos indígenas y los derechos humanos.

También traigo estas revueltas a Brasil, hablando de los guaraníes en la Guerra Guaranítica, y de la resistencia de los incas en Vilcabamba. Tomo todas estas historias y las resignifico con una licencia poética para construir ficciones históricas que cuestionan la historia oficial. Proyectamos a estos indígenas matando a los colonizadores de manera cruel, imponiéndose y resistiendo.
Es una forma de lenguaje que utilizo dentro de la estética de la resistencia al cristianismo. La idea no es ser fiel a la realidad de que todos fueron apresados o que perdieron las batallas. Yo construyo historias donde ellos vencen y luchan valientemente, y me proyecto a mí misma en esos sujetos, en esas mujeres que luchan contra el poder colonial y el cristianismo.
Es una manera de traer a la estética del black metal otra versión del odio al cristianismo, una contestación a la cristianización desde nuestra localidad y nuestra experiencia colonial. Muchos podrían pensar que estos temas murieron en el periodo colonial, pero no es así. La colonialidad es un patrón de poder que aún mantiene la desigualdad. Todavía estamos estigmatizados y marcados como latinoamericanos, somos inferiorizados por nuestra relación con las culturas indígenas y africanas, por nuestra herencia. Por eso, esta lucha no ha terminado.
PH: Estamos muy impresionados con la forma en que piensan las letras, las canciones y la postura política de la banda. Todo está muy organizado y bien estructurado. No conocemos otras bandas con esa perspectiva, ¿conoces alguna?
SR: Es algo que hacemos y me alegra. Es difícil encontrar una banda con una postura política tan clara. Creo que hemos sido un punto de partida, y muchas bandas se han puesto en contacto con nosotros diciendo que se inspiran en nuestras ideas.
Hay muchas bandas en Brasil que tratan la temática indígena, como Arandu Arakuaa de aquí de Brasilia, o Mystika y Tamoio Thrash. También están las chicas de Amon, una banda de heavy metal, que hablan de la resistencia al colonialismo desde la temática de las guerreras amazonas y las mujeres indígenas. También buscan retratar esto en sus letras. Es algo que está creciendo.
Recibí un video de una banda de Colombia llamada Profane Brides que intenta traer a la estética del black metal la resistencia de los antiguos ritos y cosmogonías andinas. También está Semican en México, que retrata esto dentro de la estética del folk black/death metal. Algunas bandas están siguiendo este camino.
PH: ¿Qué opinas del trabajo investigativo de Nelson Varas-Dias?
SR: Él busca identificar esta resistencia al cristianismo y a la misión evangelizadora entre los pueblos indígenas, sin embargo, como dije, creo que podemos decir que son bandas en proceso de descolonización. No sé si todos los músicos están en la lucha contra el racismo y el sexismo, o si entienden cuán colonizador es el cristianismo, especialmente con el crecimiento del fundamentalismo, el conservadurismo y las ideas fascistas en todo el mundo. Esto impone los mismos valores que siempre nos han oprimido. Algunas bandas son conscientes de esto, pero es algo que hay que investigar. Yo hablo más claramente de lo decolonial porque vengo del ámbito académico, donde los estudios coloniales son más populares. Creo que muchas bandas hacen esta crítica sin usar los conceptos sociológicos, que son más complejos. Es algo difícil de identificar.
PH: Ahora quiero hablar sobre la participación de las mujeres en el metal. Me parece que se pueden abordar temas como la violencia de género y el femicidio, pero no sé si una banda de hombres lo haría directamente. Si el cuerpo no ha vivido ese miedo de caminar solo por la calle y sentir el temor a ser violado, creo que si una artista mujer tiene esa sensibilidad de género, puede cantarlo y generar conciencia fácilmente, pero no sé si una banda de hombres lo haría. ¿Crees que la situación de las mujeres en el metal fomenta este enfoque crítico de la violencia contra las mujeres? ¿Y cómo podríamos hacer para que los hombres también hablen de ello?
SR: Es frustrante que se espere que solo las mujeres lidiemos con estos temas, siendo que el metal es un universo que empodera. El sonido agresivo empodera tanto a hombres como a mujeres, pero para muchas mujeres, es todo lo contrario: es desempoderador ver a hombres en el escenario, o letras e imágenes sexistas y misóginas donde las mujeres aparecen violadas, violentadas, como en muchas bandas de brutal death metal. Ellas asumen que es solo una fantasía, que no es la realidad, pero viven en otra realidad que no es la nuestra, porque aquí la violencia está en todas partes. Estas imágenes me incomodan mucho, ya sea en el death metal, mostrando a mujeres decapitadas, apuñaladas y violadas, o en el black metal, donde aparecen mujeres desangrándose y siendo violadas por demonios dentro de un pentagrama.
Todas estas imágenes construyen una identidad inferior para las mujeres, al mismo tiempo que proyectan masculinidades fuertes y dominantes. Sin embargo, las mujeres entran en este universo musical buscando experimentar ese poder. La estética de la violencia y la agresividad no es innata del masculino; las mujeres también pueden ser agresivas, violentas y malvadas. El vocal extremo no debe ser visto como algo inherente al masculino, es una construcción cultural. Cuando entendemos que estos patrones son invenciones y que no hay nada natural en ser agresivo o en buscar estéticas de terror o satanismo, podemos actuar en este espacio y experimentar ese poder que, en el metal extremo, está tan ligado a la agresividad y a la violencia, y producir representaciones de otras feminidades dentro de la música. Cuantas más mujeres producen, más mujeres se sienten identificadas y atraídas a este espacio de música de fuerza y empoderamiento.
Yo me apropio de ello, porque a mis amigas feministas en la academia a menudo me preguntan: "¿Por qué sigues en este movimiento? ¿Cómo puede una feminista estar en el black metal, un lugar tan exógeno, lleno de hombres ignorantes?". La respuesta es que amamos la música y entendemos el poder que tiene. Podemos intervenir en esta estética, no para subvertirla por completo, sino para negociar una posición. Las mujeres nos estamos apropiando de estéticas que se asociaron a las masculinidades de poder, demostrando que no es algo natural. Las mujeres también pueden proyectarse en ese espacio.
Es muy interesante ver cómo hay bandas de mujeres de brutal death metal que subvierten la "escena de la violación" y matan a sus agresores. Crean letras donde se proyectan como asesinas de violadores, en una revuelta que muestra que son fuertes y que se van a vengar. Es un espacio donde puedes, desde dentro, subvertir esas representaciones de masculinidades dominantes que siempre se proyectaron en la destrucción de mujeres, en la imagen de una mujer violada, torturada, desangrándose dentro de un pentagrama. Ellas invierten los papeles, poniendo a los hombres en ese lugar de ser violentados por ellas.
También hay muchas bandas masculinas que traen otras imágenes de feminidades, y muchos colegas que combaten la violencia contra las mujeres, lo cual es genial. Pero es especialmente interesante cuando las propias mujeres se colocan en este espacio y alzan su voz de resistencia, aprovechando el poder de la música.
El metal es una estética empoderadora, un tipo de música agresiva y positiva. Por eso, creo que tanto hombres como mujeres pueden hablar de estas temáticas.
PH: ¡Gracias, Susana! Hablemos ahora de tu artículo sobre personajes feministas en las letras de metal.
SR: Estoy escribiendo ese artículo junto con una colega y fan del metal extremo, Thaís Brant. Hemos estado discutiendo mucho sobre esto. El artículo está casi terminado y se publicará en el segundo volumen de Diálogos en la búsqueda extrema, coordinado por Rodrigo Bart y otros colegas. Avisaré cuando salga.
El artículo me ha hecho reflexionar mucho sobre mi propia postura y la construcción de feminidad en mis letras. Estamos analizando cómo las mujeres proyectan resistencias y negociaciones desde dentro de la estética. A menudo nos acusan a las mujeres del metal de ser sexistas o "masculinizadas". Yo misma he sido acusada en textos académicos de "hacer performance de masculinidad normativa" por no usar vestidos ni escotes en el escenario. Nos encasillan de forma muy reduccionista: o eres una "machona" o una "grupí" interesada solo en el sexo.
Esto siempre me ha incomodado, así que decidí analizarlo no en las presentaciones en vivo, sino en las letras de autoría femenina, donde las mujeres realmente se inscriben dentro de la estética. Es allí donde se construyen representaciones dentro de un escenario que a menudo es convencional, como el satanismo en el black metal o la violencia brutal en el death metal. Analizo cómo estas imágenes, aunque fantásticas y ficticias, comunican la visión de estas mujeres a través de esta estética del mal y del terror.
Para mí, la imagen más impactante que construyen las mujeres en el metal extremo es cuando, en primera persona, dicen que quieren ser la "prostituta de Satán" o "la Meretriz de las legiones del infierno". Te quedas pensando: "Vaya, qué valiente". Pero a primera vista, se podría interpretar que están corroborando la imagen que nos objetifica, con la que tanto hemos luchado. Por eso, a las mujeres en el black metal se nos ve con mucha desconfianza, nos tachan de "hacer performance de masculinidad normativa" solo por la forma en que cantamos.
Por eso pensé que la gente necesita entender de lo que hablo; no es solo mi actuación en el escenario con camisetas y pantalones, ni el corpsepaint. Hay todo un mensaje dentro de la música que producimos, que también informa sobre las feminidades que necesitan ser discutidas.
Se ha estudiado mucho la misoginia, el sexismo y las masculinidades en el metal, especialmente en el black metal. Pero se habla muy poco de cómo se proyectan las feminidades. Por eso, he querido analizar diversas letras para mostrar cómo están ligadas a la historia cultural de las relaciones de género y cómo se pueden inscribir dentro de esta estética de violencia, satanismo y misantropía para resignificar las posiciones femeninas, tanto dentro como fuera del metal.
Algunas mujeres usan la imagen de la bruja o de la sacerdotisa satánica para un feminismo restaurador dentro de la estética del metal extremo, que siempre ha puesto a las mujeres en un lugar de subordinación y violencia. Jasmine Shadrack, una británica, escribió un libro, "Black Metal, Trauma y Subjetividad: Gritando en el Abismo", donde habla de su experiencia con el sexismo en la escena como guitarrista y vocalista. Pero también cuenta cómo fue resistiendo desde dentro, y cómo esto se convirtió en una especie de terapia para ella, un camino para superar sus propios miedos y angustias. Aunque es un universo masculino, el metal también puede ser una herramienta para la autoexploración y para superar las propias dificultades.
Aunque este es un universo masculino y machista, encuentras la posibilidad de repensarte y encontrarte dentro de este abismo de ideas satánicas y esotéricas. Las mujeres también recorren estos caminos y estéticas, e integran diversas filosofías para reflexionar sobre sí mismas y su lugar en el mundo. El libro de Helena Dolls, ¿Qué estás haciendo aquí?, trata sobre la experiencia de las mujeres negras en el rock y el metal estadounidense. Ella muestra cómo muchas mujeres negras también usan este espacio para superar el racismo y las desigualdades que enfrentan tanto en el metal como en su vida social.
El metal es un espacio de resistencia muy fuerte, pero en otro lenguaje. Para los de afuera, parece un juego, donde solo se habla de satanismo y las escenas son de mujeres violadas. Por eso, es necesario conocer la estética, adentrarse en ella. Este es el ejercicio que estoy haciendo en mi artículo, que es breve y preliminar, pero la idea es que Thaís y yo trabajemos en un libro para analizar más letras y profundizar en la imagen de la bruja y de las "prostitutas de Satán".
Cuando analizamos letras de bandas de mujeres en las que hablan de "Satán, mi amor", "Satán, te deseo", "la Meretriz de las legiones del infierno", es complicado interpretarlo. Puede parecer una objetificación, pero al estudiarlo, descubrimos que hay una noción de feminismo satánico y un resignificado de estas imágenes.
La imagen de la prostituta y de Satán en el imaginario cristiano y satánico son inmensamente subversivas y contestatarias. Quizás al usar estas palabras, están manifestando su deseo de romper con el estereotipo de la feminidad "pura, angelical y recatada". Ellas están diciendo: "Hago lo que quiero con mi cuerpo, incluso dárselo a Satán".Cuando usas esa palabra en una letra, estás señalando el deseo de romper con el estereotipo de la feminidad "pura, angelical y recatada", y decir: "Hago lo que quiero con mi cuerpo, incluso dárselo a Satán". Es muy interesante ver a qué nivel de discusión feminista llegamos con las "prostitutas de Satán". Es muy interesante cómo las mujeres del metal se apropian de las estéticas que nos violentan y las estéticas sexistas para producir posturas críticas desde dentro. Si no fuera así, si rompiéramos con todo, tendríamos que hacer otro tipo de música.
PH: Susane, ¡por qué elegiste estudiar los imperios indígenas latinoamericanos?
SR: La motivación para estudiar los imperios indígenas fue que, cuando entré a la universidad, también formé mi banda, y sentí el deseo de conocer esa historia tan silenciada: la historia de la América precolombina y el colonialismo. Estudié la conquista y colonización sobre los incas. Me sentí muy interpelada para estudiar la demonización de los pueblos indígenas y cómo el colonialismo impone un cristianismo moralizador y destructor del pensamiento y la filosofía del otro, viéndolo todo como demoníaco y perverso. Fue entonces cuando también empecé a ver cómo las feminidades indígenas y las concepciones de género entraban en esta configuración de la tecnología colonial.
Esto me llamó la atención, y creo que fue también por la influencia del black metal, por el interés en comprender esa "cosa satánica". Fui al black metal precisamente por la crítica al cristianismo. Vengo de una familia... ...vengo de una familia cristiana donde mi padre era muy impositivo con eso, y eso me generó muchos conflictos con él. Siempre me opuse, no quería ir a la iglesia. Esta imposición del cristianismo siempre estuvo muy presente en mi vida, en mi infancia y adolescencia. Hasta hoy tengo conflictos con mi padre por esa moralidad cristiana. Quise subvertir todo eso, y el black metal fue un camino para rebelarme.
Cuando terminé mi carrera de Historia, en 1997, fui a Perú y Bolivia. Hice el Camino Inca en Perú, fui a Machu Picchu, conocí Tiahuanaco en Bolivia y el Lago Titicaca. En ese contacto, empecé a ver tantas ruinas de antiguas civilizaciones y me di cuenta de que, después de cuatro años estudiando, no había aprendido nada de eso. Por eso, tuve ganas de entender más sobre América Latina, y empecé a viajar más por la región. Nosotros los brasileños conocemos muy poco de América Latina, porque estudiamos la historia de Estados Unidos y de Europa, pero no conocemos la de nuestra región. Tuve esas ganas justamente por un anhelo de conocer algo que fue borrado y demonizado. Por eso, hice mi maestría sobre la forma en que los colonizadores veían la religión de los incas, y mi doctorado se centró en las cuestiones de género: cómo las mujeres incas fueron vistas y tratadas por los colonizadores bajo esa óptica colonial.
Esto me motivó, tanto por mis ideas anticristianas como por mi feminismo. Para mí, el feminismo también es anticristiano, porque ese cristianismo colonizador borra otras posibilidades de existencia para las mujeres. Esto se refleja en las letras de nuestro último álbum, Antipodes. En el video musical de la canción "Amazonia", presento a las guerreras indígenas. El nombre del río Amazonas fue dado en honor a estas mujeres que lucharon de verdad, y que fueron retratadas en la crónica de Fray Gaspar de Carvajal. Él escuchó relatos de que existía una tribu de mujeres poderosas a las que los hombres temían y les pagaban tributo. Él mismo narra que se encontró con ellas, pero la historia borra esto. Es curioso, los cronistas del siglo XVI son tomados como verdades cuando hablan de que los indígenas eran demoníacos, pero cuando dicen que lucharon contra una tribu de mujeres y que les dieron una paliza, eso se convierte en leyenda. Es decir, la posibilidad de que existieran mujeres guerreras y poderosas fue relegada al dominio de la leyenda, no de la historia.
Esto también está ligado al sexismo colonialista en nuestra forma de producir historia desde un punto de vista blanco que busca borrar esa posibilidad de existencia. Mis estudios son sobre las "historias de lo posible", historias que muestran cómo el género es una construcción, una invención, y que muestran que la existencia de las mujeres y las relaciones humanas no se basan en el poder de los hombres dominando a las mujeres, o de las mujeres siendo inferiores. Sería mostrar esa pluralidad de existencia, con las mujeres como guerreras, gobernadoras, o seres con sabiduría.
Esto nos alimenta en el presente y nos da una perspectiva para transformar, porque si la historia dice que siempre fue así, con el hombre dominante y la mujer dominada, parece que no podemos intervenir. Esto naturaliza mucho la desigualdad. Encontré en la historia una forma de luchar contra este sexismo en las formas de conocimiento, mostrando cómo en el pasado, la historia borró las historias de las mujeres. El Imperio Inca fue fundado por una mujer y un hombre, pero los cronistas colonizadores dijeron que ella era una bruja diabólica y demoníaca. No fue por casualidad; querían descalificar cualquier posibilidad de que una mujer estuviera en el poder. La demonización de la cultura y la organización política de los pueblos indígenas feminiza también estas culturas y saberes.
Esto me motivó a desconstruir esa mirada. Por eso, en el video musical de las guerreras amazonas, quise mostrar mujeres reales, no la imagen estereotipada de guerreras como "Xena" que aparecen en Google, con sus cuerpos esculpidos. Yo quería mujeres reales, como yo, que de repente existieron y pudieron ser guerreras. El cuerpo no es la única expresión de poder.
En el video, las mujeres que actúan son colegas y amigas. Se las muestra persiguiendo a un padre colonizador que aparece en sufrimiento y tormento, huyendo de las amazonas. La letra dice que las amazonas corren contra la "idolatría del Dios enemigo", una forma de expresar nuestra negación a esta cristianización patriarcal, mostrando a mujeres que se niegan a someterse. Es una manera de proyectar mujeres fuertes en este escenario, un escenario de lucha anticolonial. Especialmente las mujeres indígenas, que fueron aún más demonizadas. Las mujeres guerreras, las "mujeres sin faldas", fueron puestas a un lado para el dominio de la leyenda, de lo mítico, de la fábula, no de la realidad. Por eso, traer estas imágenes es una forma de resistir este borrado que la historia oficial hizo con la resistencia de las mujeres al colonialismo.
PH: Susane mil gracias por darnos esta entrevista. Por favor dile a la gente cómo pueden encontrar tu música.
SH: Para quienes no nos conocen, los invito a conocer nuestra música en Spotify, en nuestro canal de YouTube con nuestros videos musicales, y a seguirnos en Facebook e Instagram. Nuestro material, nuestros cinco discos, están disponibles en todas las plataformas digitales.
Les pido que estén atentos, porque estamos produciendo un nuevo disco para el próximo año, ampliando estas representaciones de feminidades anticristianas y anticoloniales. Vienen novedades. Este nuevo disco es una sola historia, una ficción, pero basada en varios elementos históricos. Es una historia con principio, nudo y desenlace, alrededor de un personaje que es una bruja y chamán. Es todo el trayecto de ella dentro de esta lucha anticolonial. Estén atentos, que el próximo año saldrá algo nuevo. Probablemente hasta finales de 2022 saldrá este nuevo disco.
Escucha el episodio completo acá:



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